martes, 8 de abril de 2014

Vida y grandeza

Cada día es un día nuevo. Cada amanecer inicia todo el conjunto de horas, minutos y segundos en los que tendremos que demostrar nuestra valía ante el mundo. Al despertar empieza nuestra lucha, una batalla constante con una dirección que circula a contracorriente... Pero, es una ¿lucha? ¿contra quién? ¿contra qué?

Pues sí, es cierto, desde hace algún tiempo ya no se entiende el concepto de "vivir", sino de "luchar", "sobrevivir". La vida es una lucha continua, eso es cierto. Sin embargo, es una lucha en la que debe caber el sabor de aquello por lo que se pelea. Lo que pretendo decir es, ¿la gente sabe realmente por lo que vive o cree vivir? 

Este comentario no tiene la intención de criticar los diferentes modos de vida que se puedan contemplar en el mundo, todo lo contrario. Pero, desde lo más profundo de mi conciencia creo que, si la vida debe definirse en unas pocas palabras, éstas serían: amor, felicidad, entrega.

No contemplo una existencia plena en la que no se ame, en la que no se sea feliz amando y, en consecuencia, que no haya que entregarse al máximo para amar, ser amado y dar felicidad. Entonces, ¿se vive para entregarse? ¿se entrega para amar? ¿se ama para entregar? Sí. A todo respondo que sí. 

Vivir para ganar, para aumentar los valores materiales que envuelven nuestra vida ordinaria, depositar nuestras esperanzas, deseos e ilusiones en cosas con un tiempo tan limitado... acaba resultando catastrófico. 

Se vive para ganar, sí. Ganar en entrega, en sacrificio. Una persona se enriquece realmente viendo como un pequeño gesto ilumina un rostro ajeno, lleno de gratitud y amabilidad. Seamos grandes haciendo grandes a los demás. 

martes, 14 de enero de 2014

En ocasiones veo... ovnis


¿Alguna vez alguien se ha planteado que la especie humana pudiese ser invadida por alienígenas? ¿Creéis que no puede ser posible?
Yo os diré que he visto y he tenido la oportunidad de compartir experiencias con algunos de ellos... Porque... sí que existen.

Se entiende por extraterrestre a un ser venido de otro planeta. Bien, pues, hay personas que por lo que sea parecen venidos de otros planetas, y no me refiero por que estén muy locas o que su manera de ser se desmarca de lo común. Yo me refiero a la ignorancia que les ha abducido.

Las personas ignorantes no sienten interés por la realidad objetiva, sino por la propia realidad que forman a partir de comentarios escuchados en el metro o en algún medio, opiniones de conocidos,y cortos fragmentos sacados de contexto. Todo eso sumado a la estrecha voluntad de formarse e informarse correctamente, les llevan, inevitablemente, a creer que tienen la verdad de lo que hablan. 

Esta actitud es propia de personas que lo único que hacen es repetir lo oído, no exponer lo meditado. No se piensa lo que se dice porque no se busca saber más allá de lo que a uno le está bien.

Puede que sea demasiado crítica, pero en los momentos que hoy día vivimos observo que hay mucho loro. 
No se piensa, se repite. Todos en el fondo, somos reporteros de lo que vivimos. 

Pues yo hago una llamada. Una llamada a la investigación alejada de prejuicios y habladurías. 
No creamos falsas realidades sin sentido. Formemos y construyamos una realidad cierta y verdadera.  

jueves, 14 de noviembre de 2013

¿Límites?

¡Hola admirados lectores!

No hace falta que cuente el tiempo que me he mantenido en la oscuridad, ¿verdad?
Bueno, también ha sido un tiempo en el que habéis podido descansar un poquito de mis comentarios y de mis publicaciones en las redes sociales, inundándoos las pantallas de vuestros ordenadores.

He decidido que quiero volver a la carga, y, ¿qué mejor que hablando sobre los límites?
En el continuo día a día, en el que me paro a observar el comportamiento del ser humano e intento comprenderlo, se me acaba forjando una pregunta; ¿tenemos límites?, o mejor dicho, ¿hoy en día existen límites?

Sinceramente creo que según para qué, sí que los hay, y según para otras cosas, no. Sí, es una respuesta muy ambigua, pero no penséis que me mojaré poco.

¿Debería haber límites para amar? No, rotundamente no. El corazón cuando no se ejercita se empequeñece, nunca se mantiene en el mismo estado toda la vida.
¿Debería haber límites para perdonar? En absoluto. El rencor y las pequeñas "espinas" que nos dejamos en el cuarto de los trastos de nuestro pensamiento, nos animalizan. Es importante saber que el ser humano ha sido concebido para tender hacia una grandeza intelectual y emocional superior al del resto de seres humanos.
Además, las guerras y el resto de conflictos -no tienen porqué ser armados-, son una clara prueba de la falta de amor y de capacidad de perdón de las sociedades.

¿Deberían haber límites para la estupidez, la hipocresía y la incoherencia humanas? Sí, y miles de veces sí. En este punto no creo que haga falta añadir algún ejemplo al respecto...

Cuando oigo a la gente quejarse por el mal actuar o pensar de algunas personas, están diciendo lo mismo que expongo aquí, pero con otras palabras. Cuando criticamos las guerras, criticamos la insensatez del ser humano, y así con todo.

Si todo el mundo lo ve tan claro, ¿por qué no cambiamos el mundo entre todos?

Eso sí, y esto es muy importante tenerlo en cuenta a la hora de decir, hacer o pensar, el cambio debe producirse antes en nosotros mismos.

Terminaré con una cita de Simone Weil, una gran pensadora que ha tenido el siglo XX;
                            “Las causas de la evolución social no deben buscarse ya en otra parte sino en los esfuerzos cotidianos de los hombres considerados como individuos”.

(Reflexiones sobre las causas de la libertad y de la opresión social)



















sábado, 29 de diciembre de 2012

La ausencia

En múltiples ocasiones las personas nos planteamos numerosas cuestiones, la mayoría de las cuales carecen de respuesta. O, por el contrario, se nos plantean problemas cuya resolución escapa a nuestro entendimiento, ya sea debido a la inexperiencia en ese tema en particular o porque la explicación de tales planteamientos son de índole sobrenatural o sobrehumana.
Es necesario tener en cuenta que la condición humana es compleja, y en muchos casos, un tanto enrevesada, y que la rica vida, que las casualidad y la providencia han querido que vivamos, nos brinda toda una suerte de preguntas sin respuesta, o al menos, sin una respuesta directa.
Por ello, el normal que las personas acabemos buscando la solución a tanta incertidumbre en falsas esperanzas, en un felicidad pasajera, al fin y al cabo, se acaba confiando en todo aquello pasajero y carente de sentido, ya que, nuestro afán o nuestra impaciencia ávida de quererlo todo al momento, nos conduce a un estilo de vida determinado por la inmediatez, lo efímero, y la falta de trascendencia.
Es posible que muchos penséis que lo que expongo sobre la incertidumbre en la vida, de la índole que sea, y el estilo de vida que se viva no guardan mucha relación, sin embargo considero que su punto de unión es claro: la perspectiva y la ausencia de ésta.
Saber valorar las preocupaciones, problemas, cuestiones de toda clase, en su justa medida es crucial para poder llevar una vida equilibrada. No quiero que se confunda eso con seguir una dieta equilibrada, nada más lejos de lo que me propongo revelar.
Mi propósito es mostrar la relevancia que tiene el esforzarse, porque es una práctica costosa, en dejar de buscar la felicidad en lo mundano, en lo relativo, en definitiva; abandonar todo aquello que en el fondo dejan vacío al ser humano.
Ese abandono sería el primer paso para tomar perspectiva. El segundo paso, no menos costoso, se caracterizaría en cultivar la mente y el espíritu. Es decir, en la formación de rectos valores que ofrecerían una gran apertura de mente, tanto hacia uno mismo como para todos aquellos que nos rodean. Digo que es costoso porque, en muchos de los casos, implicaría romper esquemas, derribar antiguas concepciones y reformar la mente en un sentido completo.
Con esto no quiero decir que el individuo en cuestión cambie su personalidad y su manera de ser, únicamente opino que hay mucho saber fuera de nosotros mismos.
Y en tercer, y último lugar, es imprescindible poner todo lo adquirido en práctica.
La vida es un puzzle con múltiples piezas, y muchas veces la forma que buscamos para completar ese pequeño rectángulo de una esquina parece desaparecida. En ese momento no es bueno afanarse en encontrar esa ficha en cuestión. La cosa es saber que no se ha perdido y que posiblemente se encuentre cuando logremos ordenar otras partes del puzzle que dejen al descubierto la ficha deseada, y al final, con paciencia y esmero, todo acaba teniendo un sentido y una finalidad.

viernes, 23 de noviembre de 2012

Una palabra

Muchas veces, cuando contemplo el comportamiento humano, me pregunto, ¿por qué hacemos todo lo que hacemos? ¿qué es lo que nos motiva a ello? Puede parecer una tontería, cierto, pero, ¿acaso nadie se lo cuestiona alguna vez?
Es un fenómeno común en todos los aspectos y ámbitos de las seres humanos, todos los individuos nos regimos por el mismo patrón, y por mucho que cada uno defienda su manera de pensar, indiferentemente de su carácter y condición, todos a hechos prácticos reaccionamos del mismo modo.
Para no demorarme expondré directamente la conclusión a la que he llegado; el patrón que nos rige a todos es el compromiso.
El compromiso. Una palabra contundente, cargada de connotaciones sociales, sentimentales... Bien, pues yo me quiero referir a la esencia del concepto que engloba el compromiso.
El ser humano es un animal social, político y de costumbres, de acuerdo. Pero, ¿por qué? Quiero decir, ¿por qué necesariamente las personas nos indignamos con las injusticias, buscamos la concordia, aullentamos los abusos y vivimos permanentemente cara al prójimo?
Todo se debe a un acuerdo preestablecido, con uno mismo y con el resto de sociedad que nos rodea. Nos mueve a seguir con nuestras ocupaciones diarias, a seguir dándonos a nuestra pareja, familia, amistades, a defender una determinada ideologia politica u otra, y demás. Nuestra humanidad, en cuanto a ser civilizados, nos compromete a buscar la felicidad, o si más no, la armonía con nuestros homólogos.
La sociedad nos mueve y nosotros movemos la sociedad.










sábado, 10 de noviembre de 2012

Cristales rotos

Entonces, ella no sabía o no quería saber qué hacer. Estaba aturdida, sin fuerzas para continuar. Entre dos mundos, dos caras, dos realidades, perdida...
Los errores o las malas elecciones que se hacen en la juventud, en la escuela, no tienen importancia. Caen sobre una blanda superficie que los amortigua, evitándonos el duro impacto de la decepción. Como los ecos de una ballena en la inmensidad del océano, se sienten pero nunca son molestos. Todo fluye con lentitud, como si estuviese envuelto en una gran esfera en la que el tiempo se paralizara o lo relentizase.
Se piensa que la vida es lo que se ve, lo que se vive en ese instante, que no existe nada más. Somos como pequeños colonos al descubrir algo nuevo. Los horrores y las malas experiencias son para otros, se es inmune a lo que pueda ocurrir, o al menos, eso es lo que pensaba...
Hasta que llegó el día. El momento en el que la vida se vuelve y te observa. El instante en el que el destino decide darte a probar su dosis de amarga ponzoña. En ese momento, ella sintió como su mundo, la extensa masa de agua que la separaba del mundo, de la realidad, se desbordaba.
Fue entonces cuándo la impotencia se apoderó de sus miembros, mente, pensamientos, sentidos... Su ser a merced de todo lo que la habían defendido; el temor,el dolor, la pérdida, la ausencia, de un vacío incurable...
Se encontraba perdida y sin fuerzas, con los pedacitos de toda una vida en las manos y un lejano horizonte frente a ella. Buscó algún tipo de adhesivo para recomponer la esfera de cristal que la envolvía, pero no dio resultado. Provó crear una nueva, empezarla de nuevo, y tampoco funcionó. Las falsificaciones eran más frágiles y menos consistentes, bastaba con dar un paso para que se volvieran a caer.
Sin esfera sentía su cuerpo desnudo, el frío rozada sus frágiles y rosadas mejillas, húmedas por las lágrimas. Sus pies, descalzos, sobre la nieve que pisaba, sus manos no encontraban lugar dónde poder guarecerse. Sin abrigo ni calzado.
La desaparición no era una vía, no era un camino a seguir. Lo único que podía hacer era seguir, gateando o cojeando, con frío, nieve, sol y calor. La vida la esperaba al otro lado de la colina, con los pedazos de una vida pasada en la mano.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Un tema tradicional, una visión actualizada.

En este espacio me dedicaré a hablar sobre el amor.
Sí, habéis leído bien, el amor. Seguramente os preguntaréis, "¿esta chica se ha vuelto cursi?". No, tranquilos, sigo siendo una humanista racionalista.
Tampoco quiero tratar este tema porque me haya enamorado o algo por el estilo. Hablar del amor no tiene nada que ver con haberse encariñado de alguien. 
Es mucho más sencillo. Tiene que ver con esta afirmación: amar no depende de lo que uno reciba, sino de lo que uno esté dispuesto a dar.
Simple, ¿no? Puede, pero cuando me paro en medio de mi rutina y contemplo atentamente lo que me rodea; las personas con las que me cruzo, situaciones que presencio, amistades de la universidad o del colegio, la familia...  Me doy cuenta de que esta máxima no se vive ni se ve así.
El amor no es algo que dependa exclusivamente de los sentimientos, ya que, si quisiésemos en función de nuestros estados de ánimo estaríamos contínuamente: "hoy te quiero, hoy no me apetece quererte, hoy no tengo ganas de hablarte..." y así contínuamente. Al fin, nuestra vida sería un sin vivir.
No a lo que me refiero es la finalidad primera y última del amor. No tiene nada que ver con buscar el lucro propio, ni el satisfacer necesidades de nadie, ni el ir por interés, no es tampoco querer por compasión o lástima. El amor es, en una palabra, darse.
Sí, he dicho bien, darse. Ser generosos, buscar el bien sincero y aunténtico de las personas que nos rodean; familia, amigos, pareja, compañeros. En mayor o menor medida, obviamente cada relación merece su dosis, pero siempre debemos tener una actitud desinteresada y generosa.
Si se me permite, añadiré que la máxima que he planteado no se sigue en la sociedad actual, rendida a los lujos y placeres, al individualismo y al egoismo. No se encuentra el interés en algo que puede que no sea recíproco.
No interesa... Ahí radica el error.
Solo advierto una cosa; si se elimina el amor, un amor auténtico y generoso, se pierde la vida. Estamos contínuamente en contacto con otras personas y las relaciones humanas, por antonomasia, se rijen por el amor. Por esa voluntad de hacer y buscar el bien del prójimo.