viernes, 2 de noviembre de 2012

Un tema tradicional, una visión actualizada.

En este espacio me dedicaré a hablar sobre el amor.
Sí, habéis leído bien, el amor. Seguramente os preguntaréis, "¿esta chica se ha vuelto cursi?". No, tranquilos, sigo siendo una humanista racionalista.
Tampoco quiero tratar este tema porque me haya enamorado o algo por el estilo. Hablar del amor no tiene nada que ver con haberse encariñado de alguien. 
Es mucho más sencillo. Tiene que ver con esta afirmación: amar no depende de lo que uno reciba, sino de lo que uno esté dispuesto a dar.
Simple, ¿no? Puede, pero cuando me paro en medio de mi rutina y contemplo atentamente lo que me rodea; las personas con las que me cruzo, situaciones que presencio, amistades de la universidad o del colegio, la familia...  Me doy cuenta de que esta máxima no se vive ni se ve así.
El amor no es algo que dependa exclusivamente de los sentimientos, ya que, si quisiésemos en función de nuestros estados de ánimo estaríamos contínuamente: "hoy te quiero, hoy no me apetece quererte, hoy no tengo ganas de hablarte..." y así contínuamente. Al fin, nuestra vida sería un sin vivir.
No a lo que me refiero es la finalidad primera y última del amor. No tiene nada que ver con buscar el lucro propio, ni el satisfacer necesidades de nadie, ni el ir por interés, no es tampoco querer por compasión o lástima. El amor es, en una palabra, darse.
Sí, he dicho bien, darse. Ser generosos, buscar el bien sincero y aunténtico de las personas que nos rodean; familia, amigos, pareja, compañeros. En mayor o menor medida, obviamente cada relación merece su dosis, pero siempre debemos tener una actitud desinteresada y generosa.
Si se me permite, añadiré que la máxima que he planteado no se sigue en la sociedad actual, rendida a los lujos y placeres, al individualismo y al egoismo. No se encuentra el interés en algo que puede que no sea recíproco.
No interesa... Ahí radica el error.
Solo advierto una cosa; si se elimina el amor, un amor auténtico y generoso, se pierde la vida. Estamos contínuamente en contacto con otras personas y las relaciones humanas, por antonomasia, se rijen por el amor. Por esa voluntad de hacer y buscar el bien del prójimo.

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